EDUARDO HERRERA

Algo queda
 
Dejaré yo
esa pierna mitad mía
izada hoy
¿silenciosa que come para mañanas?
cual roce anochecido
siempre
 
Y un paisaje como todos los paisajes
que se transpiren en todo
aún con la mitad
que no es otra que pájaro,
obsesión cantando
 
Algo queda y algo va
camino
que el camino nace.
 
 Intención ¿sí?
 
Ese que se es
¿por siempre árbol que mira?
nada ¿nada?
hermano ¿de? El acaso como
aroma
ilusión
¿sollozo? Sollozo que clava en el
cielo los pechos clavados que vi
olí con esmero para qué
¿atrás? Siempre habrá alguien
algo esperando
que ni el velo demorará
delicada.
Hay un desnudo de mirar de ese
que se es.
 
Comerlo y crecer
¿sí?
que ha iluminado las posibilidades
parcas.
 
Te ví
 
Del amanecido amontonamiento
que sobrelleva las causas
o niños
gusto o mariposas
porque sí, y parva de cosas más
-¿Qué?
más
 
ese valor rebalsado
acuchilló el cuerpo
desde las hojas
pensamiento
(te vi)
para la sublimación del momento
 
del momento.
 
Los obstáculos
 
La expansión tomada en otro lugar
que la nube sopla hasta sí
corta el sendero,
tiesa las uñas
¿y el sueño que el alma alimentó
por millones de años empieza
a comer al cuerpo?
al sueño
hasta el hartazgo, que las rodillas
orinan vegetales
 
Y padre, madre, hermano, vos
son solo
que es nube, más nube
 
O niebla empecinada en el pecho
haciendo presión.
 
Estatuas
 
No suficiente, medio
tedio
o la gravedad en el rincón gris.
El aire carga la falta en esta distancia
sin prisa
ni espera
ni puteada al final
 
son los caminos ciertos estos,
                                               los que no dudan,
se alimentan en la contradicción
como estatuas acumuladas algún día.
 
La claridad
 
La claridad 
envuelta en blanca
si respiró entre pieces,
gotas acabadas,
uñas, todas juntas de espanto
ella
inesperada
rebalsó de los muertos que murieron
blanca
como la paloma
que siempre respiró mañana.
 
La niña que ya no
 
Otra vez
cuando se empecinaba la lentitud
levitando
parecer
palomas en murciélagos sin vuelo
pudo la niña ésta que ya no
pecar por todos nosotros,
como Jesús
como Jesús, dentro del orgasmo de
las flores.
 
 
 
 «…¿Qué puede decir uno acerca de llegar? ¿Qué puede decir uno acerca de tener, acerca de perder?
Acerca de perder se puede decir ¿No? Como quien deja pasar (o pasa), o contempla y dice. Dice una poesía, escribe una poesía; algo así como dos paralelos: el perdido y el dicho de lo perdido.
 Y acerca del decir, acerca del decir también se puede decir….»
 
 
 

Eduardo Herrera nace el 29 de Febrero de 1980 en el palomar. Integró diversos grupos musicales: formó parte de “Noseso”, con quien grabó los primeros demos (2000/2002), luego del Dúo el Ojo, formato canción (2003). En el 2004 conforma junto a Mauro Paez un dúo de guitarra y batería, con el cual editan el disco “Repetición», y en ese momento edita también su libro de poesías “La espera, el encuentro, el recuerdo” por el sello LLQ.

En el 2007 edita de manera independiente su primer disco solista titulado “La bienvenida”  y en el 2008 edita su segundo disco solista, “La flor”. Actualmente se presenta en plan solista junto a un pequeño grupo de cuerdas (Violín y Cello) y es además, integrante del trío de tango “Las guitarras de Atalaya”  junto a Waldemar Garín y Juan Manuel Fernandez. Se presentó entre otros lugares en: Festival de músicas Casa Azul, 3 Experimenta Puerto Madryn 2001, Experimenta 2005, Bienal de arte en la Universidad de La matanza (2º premio) 2008, Ciclo Cosmonauta 2009 junto al cantautor uruguayo Fernando Cabrera.

La música y también la poesía de Eduardo,  sólo aspira  a surgir del asombro, del gesto, de la intuición, el movimiento y el juego. Tal vez en este momento no sea necesario buscar trasfondos en las concepciones que nos sugiere; lo que es, es, y desde allí parte su intención poética. Así lo define él mismo: “Ojalá esta música no se llene de contornos, y sea una mera radiación constante flotando quién sabe dónde…»

 

ANABEL ORONA

BUENA TERAPIA

 

La mujer subió al colectivo, recibió el boleto, se ubicó en un asiento en la mitad del coche.

Sacó de su cartera un cuaderno y una birome con la que hacía pequeñas correcciones que luego releía:  -«Querido Martín no veo la hora de enviarte estas líneas, me pasaron tantas cosas…» – miraba por la ventanilla, tachaba algo en el papel y seguía leyendo: -«me asaltaron tres veces y tres veces hice el duplicado del documento. Mis nervios quedaron destrozados, tuve que recurrir a la terapia para recuperarme, por cualquier cosa tenía miedo, fue horrible, por suerte ahora estoy mejor con la historia del tratamiento aprovecho y mando al diablo a todo el que se arrima con mala onda, esto antes no lo hacía…»

El colectivo se fue llenando. Desde la vereda un chico con una caja preguntó al chofer: -¿Puedo? -Sí, por atrás, contestó. El vendedor subió ofreciendo: -¡Diez alfajores por un peso, lleva marca, lleva calidad!- La mujer interrumpió la lectura.-¿Tenés de chocolate? -No, quedan de dulce de leche – ¡Ah no! Gracias. El vendedor terminó su cantito: -Para saborear en el viaje, para llevar de regalo. Hizo algunas ventas agradeció y bajó.

Ella continuó leyendo: «¿Sabés? Gracias a Dios di con una buena psicóloga; nada que ver con las anteriores, en la primera sesión consiguió tranquilizarme, ¿qué me contás?. Me explicó que todos estamos expuestos al peligro, me pasó a mi como le podía haber pasado a ella, que hay que aprender a convivir con éstas fatalidades y que la solución era sacar poco a poco el miedo que estaba adentro mío por medio de la terapia. Así recuperé la confianza y a partir de aquella charla los jueves fueron sagrados, a los treinta y cinco años descubrí que mi vida recién empieza y en lugar de llorar por lo sufrido agradezco estar viva y valerme por mi misma…» Dio vuelta la hoja.

Asomando la cabeza, entre los que iban subiendo, alguien preguntó: -Carlitos, ¿me abrís atrás?. El chofer asintió. Los escalones resonaron bajo los pesados zapatos; después una voz ordenó violentamente: -Nadie se mueva- y agregó: -Esto es un asalto. Los pasajeros por instinto se dieron vuelta y encontraron un payaso alto, risueño, de boca pintada, peluca verde, nariz bolita y dos cruces blancas sobre los párpados. Más tranquilos volvieron a mirar hacia adelante.

La mujer paralizada tenía el cuaderno apretado contra el pecho, la mirada clavada en la espalda del chofer, apenas respiraba, un hilo de transpiración le corría por la frente. El payaso llevaba un bolsito colgado en la cintura, de donde sacó un revólver  calibre treinte y dos que apoyó en el hombro de la mujer preguntando: -¿Y vos? ¿No pensás darte vuelta? ¿ Y si te quemo?- La mujer siguió inmóvil, el payaso amenazó: ¡Y te voy a quemar!- Sacó el seguro del arma y oprimió el gatillo, ella apretó los dientes y cerró los ojos en un solo temblor, del caño del revólver saltó una banderita de plástico que decía  «bang bang». La mujer miró hacia el costado y vio al payaso que con una carcajada decía : -¡Te asustaste! ¿no? mientras repartía entradas para el circo «Hnos Rivero». Lo estudió, bajó la mirada mientras guardaba  el cuaderno  y la birome. El payaso caminó hasta el chofer, le convidó  un cigarrillo, fuego y volvió hasta ella, que recibió la entrada con indiferencia. Antes de que se retirara, la mujer cayó desmayada sobre sus largos zapatos. El revuelo fue enorme. El payaso como loco rogaba : ¡Un médico, un médico!- El chofer apagó el motor. Los pasajeros se dividieron, unos querían linchar al payaso y otros arrodillados asistían a la víctima abanicándola, propinándole golpecitos en las mejillas tratando de tomar su pulso, pero ella no volvía en sí. Alguien suplicó: ¡Agua, traigan agua por favor! El payaso enredándose en sus bolsudos pantalones bajó de un salto, entró al kiosco y volvió junto a la mujer con una botella. Le sostuvo la cabeza, logrando que tomara unos sorbitos. Un muchacho dijo: -¡Ya está, revivió, no se amontonen!.

El payaso con el rostro desencajado le preguntó: -¿Te sentís bien?- La mujer abrió los ojos, lo miró fijo por unos segundos y no pudo más, con una mueca transformada en risa y luego en carcajada contestó: -¡Te asustaste! ¿no?

 

Anabel Orona. Nace el 8 de febrero de 1960. Vive en Hurlingham. También escribe poesía y ha publicado una plaqueta con algunas de sus composiciones. Recientemente participó en el proyecto de Talleres Itinerantes del Circulo Literario Abierto de Abuelos Bonaerenses auspiciado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Fue discípula del narrador Juan Alberto Nuñez, de intensa actividad en el oeste del conurbano bonaerense. Juan dijo algunas cosas sobre la prosa de Anabel: «Toda recomendación contiene algo de arbitrariedad y de sugerencia. Anabel Orona plantea una situación y busca resolverla con economía de recursos, con lo que logra un certero impacto emocional en el que lee. Del mismo modo, sondea en esos instantes críticos en que aparentemente no pasa nada y en realidad suceden muchas más cosas que las que ella cuenta. Su manera de rodear la historia, de darle una atmósfera, hace pensar en aquellas obras del maestro Berni, y es probable, al menos es la sensación que deja su lectura, que Anabel Orona rehuya todo contacto con esa literatura verborrágica y pomposa».